Somos educados dentro de una cultura que espera constantemente que se le de o que se le cumplan sus deseos. Esta espera, este detenimiento se llama procrastinación que no sólo es una inacción sino que además es una obseción de ese recibir que deja al ser adormecido y/o reclamando a su propia alma. Esta acción no sólo adormece con él mismo, sino que adormece la posibilidad evolutiva en el vínculo con sus talentos y sus posibilidades.
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